creció en Lima, rodeada de un pequeño jardín que su abuela, originaria de Sihuas, Áncash, cultivaba con dedicación. Este rincón de plantas medicinales era más que un espacio físico: era un vínculo con los conocimientos ancestrales de los Andes.
Desde joven, Rosa mostró interés en el conocimiento científico. Durante su adolescencia, se adentró en artículos académicos que ampliaban su perspectiva sobre la biología. Sin embargo, enfrentó una barrera inesperada: la mayoría de las publicaciones estaban en inglés. Decidida a no quedarse atrás, estudió este idioma con rigor, matriculándose en el ICPNA para perfeccionar sus habilidades lingüísticas. Este esfuerzo no solo le abrió puertas al conocimiento, sino que se convirtió en la clave para acceder a una beca en Tennessee Technological University, en Estados Unidos, donde estudió biología y química.