Salvo el par de veces que partió a Huánuco para conocer la calurosa tierra de sus padres, no había vuelto a
dejar la capital. Sin embargo, terminó el colegio y enrumbó al frío. Subió
sobre los 4.300 metros para llegar a Cerro de Pasco y hacerse ingeniera
de minas en la Universidad Nacional Daniel Alcides Carrión. ¿Cuántas
veces le han preguntado por qué tomó esa radical decisión? ¡Ya perdió la cuenta!
Última de siete hermanos, es la primera minera de la familia. De niña quería ser
médica, astronauta, pero creció y se percató de que todos hablaban del “boom
minero”. ¿Qué era eso? Conoció su carrera, lo primero que le atrajo de ella fue que
se ejerce lejos de las ciudades; y Patricia estaba harta del tráfico limeño. Indagó
más, todo le gustaba. Creyó que lo mejor sería estudiar en un lugar próximo a varias
minas. Sí, Cerro de Pasco. Huérfana de madre, su papá oyó su plan y solo atinó a
preguntarle: “¿Estás segura?”.
“Jamás recibí una negativa suya; ¡y me acompañó a Cerro de Pasco! No le
cuadraba, estaba triste. ‘¿Cómo te voy a dejar sola?’, me dijo; pero lo hizo”.