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- Create Date octubre 8, 2025
- Last Updated octubre 29, 2025
experiencia en gestión y manejo de bosques en la Amazonía peruana, cofundó Arbio Perú, organización dedicada a gestionar un bosque de 916 hectáreas en Madre de Dios. En este espacio, la organización implementa herramientas de conservación que vinculan a personas y empresas con el estudio y cuidado de la selva amazónica, explica Espinosa en su perfil en LinkedIn. Es una voz referente en temas de conservación amazónica.
Madre de Dios, en el corazón de la selva amazónica peruana, donde desarrolla su carrera profesional y se dedica a la defensa del ecosistema.[2]
En 2003 llegué a Madre de Dios y me gustó mucho el ambiente, tenía el bosque al lado, mucha fauna.
Ese mismo año el Estado comenzó el proceso de otorgar concesiones, áreas de bosque a particulares o empresas para sacar madera o para hacer ecoturismo o conservación. Toda esta área del río Las Piedras estaba siendo otorgada como zona de reforestación, o sea, legalmente, se podía talar el bosque para luego reforestarlo, lo cual era absurdo, en las imágenes satelitales se veía que allí había bosque. Entonces pedí la concesión.Yo trabajaba en una oenegé en Madre de Dios como ingeniería forestal haciendo expedientes para solicitar las concesiones, sabía cómo hacerlo. Mi principal motivación era evitar que a ese bosque lo corten y lo reforesten. No sabía bien lo que iba a hacer, pero sabía que, si me lo daban a mí, esos árboles no iban a ser cortados para madera. Solicité la concesión en 2004 y después de dos años de procesos me la otorgaron.En 2006 tenías que gestionar un bosque del tamaño de Miraflores y catorce kilómetros de ríos. Sí. No estaba muy segura de cómo hacerlo, y ya estaba con un pie para irme para estudiar una maestría a Costa Rica. Había ganado una beca para un postgrado en manejo y conservación de bosques tropicales. Allá me enteré de que el Estado pagaba 60 dólares por hectárea de bosque conservado. Me pareció un modelo muy interesante, y como el Estado peruano no me iba a dar nada por conservar el bosque que tenía en concesión, pensé que 916 personas o empresas podrían adoptar una hectárea por 50 dólares al año para ayudarme a protegerlo. Cuando volví el 2009 a Madre de Dios y la construcción de la Carretera Interoceánica era inminente, ya se notaba la destrucción, la deforestación avanzaba, me dije que si no hacíamos algo en ese momento, en diez años todos esos árboles estarían degradados o probablemente ya no sería bosque. Eso fue lo que me empujó a crear Arbio.
En el año 2010 fundó ARBIO Perú[3]Que significa Asociación para la Resiliencia del Bosque frente a la Interoceánica. y actualmente junto a sus dos hermanas Rocío y Gianella, lideran la organización. ARBIO Perú trabaja en la defensa y conservación de casi mil hectáreas de bosque primario en la cuenca del río Las Piedras en Tambopata. El Estado peruano realizó un concesión a 40 años renovables del terreno de bosque húmedo tropical para su estudio y conservación frente a la tala de los codiciados árboles de esta región, en especial el shihuahuaco.[2][4] Como parte de nuestras investigaciones realizamos censos de árboles. Ubicamos los que están en peligro y tienen un valor comercial maderable, y también a las especies medicinales. Todas sus características están en la plataforma web desde donde uno puede escoger cualquiera de estos árboles, enterarse de la importancia de la especie y apadrinarlo.
Dos años después inició el proyecto de implicación ciudadana en la conservación de la selva, mediante la adopción de árboles milenarios y centenarios por parte de particulares, tanto de shihuahuacos (Dipteryx micrantha), como de especies como Quinilla (Manilkara bidentata), Catahua (Hura crepitans), Manchinga (Brosimum alicastrum), lupuna (Ceiba pentandra) y cedro (Cedrela odorata).[2][5]
lidera la protección de los últimos shihuahuacos, que son codiciados por su madera dura. Con su tarea, trata de evitar que este árbol milenario de la Amazonía se extinga en forma de parquets, muebles y carbón.
Ante este peligro inminente, Tatiana Espinosa (Lima, 1977) está al frente de la defensa de los últimos shihuahuacos (Dipteryx micrantha) a orillas del río Las Piedras, en Madre de Dios, capital de la biodiversidad de Perú. Allí, la ingeniera forestal encabeza Arbio, una organización sin fines de lucro que protege un área de bosques que el Estado peruano le concedió por un plazo de 40 años. Son 916 hectáreas que custodia, desde hace 12 años, junto a sus hermanas Gianella y Rocío y un grupo de guardaparques a través de la investigación de flora y fauna y un sistema de adopción de otros árboles longevos, como la quinilla colorada (Manilkara bidendata).
Por su madera dura, este árbol –también conocido con el nombre comercial de cumarú– es muy cotizado en el mercado internacional, principalmente en China, Europa, Estados Unidos y México. En efecto, por lo menos la mitad de toda la madera que Perú exporta es shihuahuaco en forma de tablillas de parquet, madera pulida o aserrada, según la serie Madera sin Rastro. Por si fuera poco, esta especie ancestral también se está usando para el carbón vegetal que se comercializa en Lima, de acuerdo a una investigación de OjoPúblico.
“Todos esos países que están comprando madera de árboles milenarios dan inicio a una cadena de deforestación porque, después de cortar los grandes shihuahuacos, lo que queda lo convierten en carbón. Luego talan el resto, meten fuego y se instala un monocultivo agrícola”, asegura Espinosa. “Si estás comprando algo de madera dura, tienes que saber que no es sostenible; así de simple”.
De hecho, hasta hace poco, Espinosa hablaba de la “conservación compartida” de los shihuahuacos. “Defensa compartida sería ahora”, aclara sobre su proyecto, con el que ha logrado que la ciudadanía adopte árboles de miles de años y las empresas apadrinen hectáreas de bosques.
